Salud social y duelo
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Llegar a un funeral mostrando alegría ante la gente que nos rodea o hacer actividades como asistir a una fiesta, sonreír o vestirnos de colores alegres después de fallecida una persona, aun sigue siendo algo "mal visto" en algunas culturas y nichos sociales. Se muestra cierta energía de admiración o "castigo" cuando de manera rápida, comenzamos a re hacer nuestra vida de forma normal después de haber vivido una pérdida, incluso cuando ésta no fuera a causa de una muerte, un claro ejemplo es, tras haber concluido con una relación de pareja o después de haber cursado por un proceso de divorcio.
Los ritos funerarios impuestos por nuestra sociedad, se manejan como un complemento con el fin de asimilar una pérdida. En algunos casos, podríamos considerar que el duelo no es 100% personal o individual, ya que durante este proceso existen diversos factores socioculturales que algunos casos resultan favorables para superar el duelo. (Cfr. Kaplan, 1999).
Es muy común que la sociedad influya en la manera en la que asimilamos las pérdidas, desde muy pequeños somos enseñados a no mostrar lo que sentimos de manera abierta, adquirimos máscaras para ocultar nuestras emociones; tristeza, enojo o incluso de alegría. Actualmente existen diversos estudios que muestran los efectos secundarios de dichas prácticas, que tienen como consecuencias nocivas para nuestro estado de salud, física, mental y social en la vida adulta.
El miedo al rechazo y al juicio son pilares importantes de estos patrones adquiridos generación tras generación, sumados a la necesidad del humano del sentido de pertenencia, se contraponen al proceso individual del duelo.
En general una sociedad carente de conexión espiritual, siente rechazo a sufrir pérdidas ya que implica llevar a cabo verdaderamente un trabajo emocional para identificar aquello que genera el desequilibrio en sus vidas. Es por ello que durante el duelo, se pasa por muchas etapas antes de poder lograr la aceptación y la tranquilidad, y sólo se obtienen cuando conseguimos comenzar a soltar aquello a lo que nos habíamos aferrado y adoptado como "propio", desde rutinas diarias, cuestiones económicas e incluso la presencia de algún ser querido.
En nuestra cultura aun hay un largo trayecto por recorrer en el camino del reconocimiento y dominio de nuestras emociones, con lo cual lograremos llegar a una estabilidad emocional que nos permitirá comprender que cada experiencia representa un ciclo; morir y renacer, que la muerte es parte necesaria para recordar la existencia de la vida y así, conectar con cada segundo de nuestro presente y ser consciente del "aquí y ahora".
Si bien es cierto que, en el ser humano el sentido de pertenencia es en ocasiones una necesidad primaria, la apertura de consciencia y el trabajo individual enfocado a nuestras emociones, facilitará no solo el proceso de duelo, sino también alcanzar un estado físico y mental saludable. que se reflejará por lo tanto en nuestra salud social.