GERARD DEPARDIEU

Salvado por la campana, en un momento delicado de su vida, a punto de echarla a perder, decide seguir el buen consejo e inscribirse en el Theatre National Populaire. No tarda, de hecho, en abrir la veda. Su primer papel en el cine data de 1965, gracias a Le beatnik et le minet. Desde entonces Depardieu va creciendo en el medio gracias a la televisión y sus esporádicas presencias en el cine. Es en los 70 cuando su carrera da definitivamente el salto al lado de cineastas de la talla de Resnais (Steanisky), Bertolucci (Novecento) o Blier (¿Quiere ser el amante de mi mujer? ). Convertido ya en una estrella del cine europeo a todos los efectos.  

Sigue el actor francés alimentando su prestigio al lado de Truffaut (El último metro) o en cintas tan célebres como El regreso de Martin Guerre. Sin embargo, será 1990 el año de explosión del fenómeno Depardieu gracias a Cyrano de Bergerac (por la que es candidato al Oscar) y Matrimonio de conveniencia de Peter Weir. Su empeño por prolongar el idilio con el cine angloparlante fracasa por culpa de 1492: La conquista del paraíso. Depardieu vuelve al cine francés (con éxito gracias a Germinal) para quedarse. En los últimos años su carrera se orienta hacia el cultivo de la comedia popular y producto.

Hay, naturalmente, excepciones, como Mis tardes con Margueritte o La vida de Pi. En 2010, con todo, logra una nueva candidatura al Cesar gracias a Mammuth, y entre tanto hace sus pininos como director en uno de los episodios del filme colectivo Paris je t´aime. Obélix en cuatro ocasiones, Depardieu continúa engrosando su dilatado currículum con títulos como Sólo se vive una vez, Un sol interior, Enamorado de mi mujer o la serie Marsella. Tras más de 50 años de carrera, el actor debuta en el doblaje de animación con Stubby, un héroe muy especial.